domingo, 17 de julio de 2011

¿Qué parte del "no" es la que no entiende, la "n" o la "o"?

Suena a cachondeo, pero no lo es. Ya sabéis que me tocan lo huevarios bien tocaos lo de Timofónica, especialmente cuando llaman para dar por saco, pero esto ya es cansino. Mientras escribía la entrada del libro, yo aquí en mi jardín, fresquita y relajada, me han llamado los del 1004 de los cojones. Cuando me vengo al jardín me traigo los teléfonos (fijo y móvil) por si llama alguien (si no llama nadie, mejor). Pues bien, me llaman al móvil, corto la llamada, me vuelven a llamar, vuelvo a cortar y lo hacen una tercera vez y vuelvo a cortar. No es la primera vez (ni la última, estoy segura) que lo hacen. Me suelen llamar cada 3 semanas chispa más o menos. El caso es que siempre corto la llamada, pero una de las veces me dije -ilusa de mí- "si la contesto me dejarán en paz". Y UNA MIERDA PA MÍ. Me sale la sudamericana de turno (últimamente siempre me llaman mujeres, se pensarán que soy lesbi o que no les colgaré tan fácil por aquello de la solidaridad femenina) preguntando si soy la titular y si me quiero cambiar de compañía, que si las tarifas más baratas, que si me dan un teléfono nuevo, que si con el teléfono me dan un maromo pa ponerle los cuernos al shurri (si dieran eso lo mismo me cambiaba), en fin, que me dan de todo, pero sobre todo me dan un por culo increíble. Cuando digo que no, que no cambio, que no quiero saber nada de Timofónica (Movistar ahora, misma pandilla de ladrones con otro nombre) y que quién narices les ha dao mi número de móvil, la muy petarda va y me insiste en lo que ya me ha dicho antes. Vuelvo a decir que no -esta vez menos amable que al principio-, repito lo dicho -con más mala leche-, y la gachí me sigue insistiendo!!!! Creo que le pagan por cada vez que lee el papelito con las ofertas: dos veces 3 euros, 5 veces 10€, o algo por el estilo. Cuando ya ma tocao los huevarios, los cojones, las narices y todo lo que se pueda tocar, le suelto un NO rotundo... y sigue la mu cabrita!!! Ya me pongo borde del todo (mi estado natural es borde a medias) y le pregunto que "¿Qué parte del NO es la que no entiende, la "N" o la "O"?" y va la mu gilipollas y me dice que no me entiende. ¿Cómo coño me vas a entender si no me escuchas?. Llegados a este punto, digo adiós (mi padre me enseñó buenos modales, lo malo es que se me han olvidao) y cuelgo. 3 semanas más tarde, han cambiao a la sudaca o a la gachí se le ha olvidao (lo mismo se le mueren más neuronas que a mí) y me vuelven a dar por saco. Ya no hago la tonta otra vez y no contesto, pero me jode que me llamen tres o cuatro veces. Si te corto es porque no quiero o no puedo hablar contigo (en este caso, siempre lo primero).

Ahora nos ponemos en el caso opuesto: tengo que llamar al 1004. Hace unos días, un menda con una excavadora no midió la altura de los cables de teléfono en la calle de al lado, y se los llevó por delante (por supuesto los cables están medio colgando de poste a poste, y eso que hay arquetas de teléfono para meter el cableado por el suelo). Llama un vecino afectado al 1002, vienen y le dicen que los otros cables que se han caído pero no cortado, tienen que venir otros a repararlos, que hay que llamar al 1004, porque eso no es cosa de ellos y no pueden dar parte de avería (bravo por los técnicos de los cojones). Uno de los vecinos, que es guiri, me pide si yo puedo llamar, que él lo hace pero no se entera de lo que dicen. Llamo y es una de estas centralitas automáticas. Me costó tres intentos para que entendiera "cables rotos en calle las alondras", y eso que lo pronuncié en perfecto castellano, hasta con acento de Valladolid que puse; cuando me pide un número de teléfono, doy mi fijo, y me salta que mi fijo no es válido, manda cojones, todo porque lo cambié a Vodafone. Vuelvo a intentarlo y esta vez si cuela, pero no me admiten dar el parte para la calle de al lado, sino para la mía. Le explico al operador (esta vez persona y por supuesto, sudamericano) que soy la vicepresidenta de la comunidad de propietarios (no puedo siquiera escribirlo sin que me dé la risa) y que llamo en nombre de varios vecinos: nada. Ni de coña marinera. Le digo al menda lo que pasa, que mi teléfono está bien, que es en otra calle y que son cables colgando a la altura de mi cabeza, que soy bajita, y que los cables están encima de una vivienda. Vuelta la burra al trigo, que si mi teléfono es Vodafone y los tengo que llamar a ellos y que no es en mi calle. Tocada de huevarios mortal. Me cojo un cabreo de campeonato y le dijo al menda que si quiere que tome nota, pero que pienso decirle a todos y cada uno de los vecinos afectados que vayan a poner una reclamación en la oficina del consumidor. Y por supuesto, le cuelgo sin despedirme (ya os he dicho que me he olvidado de mis modales).

Mando un e-mail al vecino guiri y le explico lo que pasa. Me caí de culo cuando me responde que había llamado un amigo hispano-parlante desde su fijo y que le dijeron que ya había un parte de avería dado por un usuario. Lo más gracioso es que él era el primero de los vecinos afectados que había llamado. PA MATARLOS.


Resumiendo, me costó la llamada desde el móvil, un tiempo precioso, un cabreo monumental, quedar mal con los vecinos y la correspondiente tocada, para que el idiota que me atendió diera parte cuando a él le salió de las narices.

En fin, como dijo alguien más sabio que yo: "con Telefónica hemos topado". Manda güevos.

Prométeme que serás libre

Lidia siempre me sugiere temas para el blog, y siempre se me olvida lo que me sugiere. No es nada personal, es que ya las neuronas de una no son lo que eran, y se me están muriendo a puñaos, como los chanquetes. Ni sudokus, ni juegos de Wii para la mente, ni pollas en vinagre. Se mueren y punto. De lo poco que me acuerdo es que me pide que cuando lea un libro y sea interesante, lo comente. En verdad, lo que quiere es que se lo resuma, porque es mu floja y no se los lee. Es como el que ve la peli para no leerse el libraco. Otra excusa para no hacer estos resúmenes es que si tuviera que escribir una entrada por cada libro que me leo (o releo), tendría el récord Guiness de entradas en un blog.

En fin, que me he sentado hoy en mi jardín al fresquito (cosa que no hace todo los días y menos con poniente) y me ha dao por escribir en vez de leer -y así le doy un descansito a Oscar Wilde y sus obras de teatro en perfecto inglés, of course-.

El libro de hoy es "Prométeme que serás libre" de Jorge Molist. Trochaco de un montoncillo de páginas y que, nada más leer el primer capítulo, tuve que dejarlo. No porque fuera malo, sino porque me harté de llorar. La historia es un poco triste, pero es preciosa. Ya os digo que con las primeras 20 páginas lloraba a moco tendido. El libro está ambientado en Barcelona en el año 1492.  Jorge Molist refleja la situación política tan compleja, no sólo en Cataluña sino en toda España, y la situación social aún más difícil de esos tiempos, sin caer en tópicos o típicos, con claridad y objetividad; aunque Jorge Molist es catalán, no somos el resto de españoles los malos, como se ve reflejado en otros libros de autores catalanes. Creo que lo hace desde el punto de vista que mejor conoce, y lo hace con sensibilidad. Trata temas como los conversos, la ceguera de los tribunales de la Inquisición, y la facilidad para vengarse utilizando la religión como excusa. También el perjuicio económico que supuso la huida (primero y expulsión oficial después) de los judíos, que ocupaban gran parte del tejido económico e industrial de la sociedad española -eran las PYMES de aquella época-, el maltrato que sufrían los campesinos por parte de los señores, prácticamente esclavitud, la dureza de las leyes con los menos afortunados, la estrechez de miras y la bondad en quien menos te lo esperas.

Es la historia de un niño que queda huérfano al atacar unos supuestos piratas sarracenos el poblado pesquero donde vive. Su padre es respetado por todos, y casi un jefe, pero lo matan en la lucha (el título del libro son las últimas palabras que le dice su padre). Secuestran a su madre, a su hermana y a su amiga (su novia) para venderlas como esclavas. Sólo quedan en el pueblo él y su hermano pequeño, al cuidado de su futuro "suegro", y aquellos pocos que consiguieron sobrevivir. Los atacantes además se llevaron la barca de su padre e incendiaron las demás para evitar la persecución. El que los cuida acaba suicidándose y a los niños los acoge un mercader barcelonés. Es este mercader el que les busca cobijo en un convento y encuentra un puesto para él de aprendiz en un taller de encuadernación. Es muy hábil dibujando y puede copiar letras. La única condición que le pone el dueño es que no puede aprender a leer. El incumplimiento de esta promesa y el enamorarse de una judía conversa es lo que le traerá todos los problemas del mundo. Es condenado a galeras tras librarse de un juicio de la Inquisición (por venganza, acusan a su maestro de ser converso y no cumplir con la ley católica, y consecuentemente, a todos los que trabajan con él) y ahí es donde descubre la verdad sobre el asalto a su pueblo. Termina mejor de lo que pensé al principio, pero no es un final feliz de comieron perdices.

Puedo contaros más, pero entonces sería destripar uno de los libros más bonitos que he leído. Jorge Molist tiene otros libros como "El Anillo" o "La Reina oculta", también buenos. Lo mejor de este autor es la sencillez con la que escribe. Eso hace que los libros sean muy fáciles de leer y te los tragas en un pispás. Así que lo siento mucho Lidita, pero este te lo regalo para tu cumple, fijo, y te lo vas a tener que leer. Además te advierto que no te hagas ilusiones: no pienso resumirte "La caída de los gigantes" de Ken Follet. Soy así de mala y disfruto con ello.